000 04434nam a22001577a 4500
999 _c4568
_d4568
020 _a968-406-203-6
082 _aC264
100 _aL. Whitton
245 _aLa Vida Entre las Vidas: Exploración Cientificas Sobre el Intervalo Que Sobre el Intervalo que Separaría a Una Reencarnación de la Siguiente
_bCOMPLEMENTARIAX
250 _a4 Edición
260 _aColombia
_bPlaneta
_c1993
300 _a190 p.
520 _aReconozco que la reencarnación es parte de mi tradición religiosa. Desde temprano estuve en relación con el jasidismo y sus raíces en la Escuela de Gerona y las diversas cábalas, el neoplatonismo cristiano, la forma tibetana del budismo y el misticismo del siglo xx -representado por la teosofía, la francmasonería, la Unity Church of Truth (Iglesia Unida de la Verdad) y la Orden Rosacruz (AMORC)- entre otros, y sin duda eso ha dado forma a mi pensamiento ecléctico. La evidencia de la reencarnación, principalmente circunstancial, es ya tan apabullante que la aceptación intelectual es natural. La aceptación emocional puede ser más mesurada. Esa evidencia ha sido reunida por otros escritores y nos referimos a ella en la bibliografía. El lector que desee consultar la literatura, la encontrará amplia y compensadora y, espero, llegará a la misma conclusión a la que he llegado yo: hemos vivido anteriormente en vidas pasadas y es probable que vivamos otra vez en vidas futuras; nuestra vida actual no es más que un pequeño eslabón en una larga cadena sin interrupciones. En este libro no analizamos la evidencia. Eso solo requeriría un libro y ese trabajo ya se ha hecho. Nosotros partimos de la suposición de que la reencarnación se produce. Pero no obstante no aceptamos que todos los informes sobre los recuerdos de una vida pasada, obtenidos en estado de hipnosis, o toda declaración de que se tienen recuerdos de vidas anteriores, sean lo que se expresa. Las pruebas no son simples. Hay suposiciones escondidas e importantes en la teoría de la reencarnación así como complejos asuntos psicológicos en el recuerdo de una vida pasada. No analizamos esas cuestiones en este libro, pero créannos que las hemos estudiado y sólo incluimos los casos en que la hipótesis de vidas pasadas es la única válida. No es raro que un médico escriba un libro teológico. Quién si no un médico, que asiste a los seres cuando llegan al mundo está presente cuando mueren e interviene en sus malestares, está mejor calificado para ofrecer su opinión sobre el sentido de la vida y el sufrimiento. Los misterios de la vida y la muerte, de las desigualdades entre los individuos, lleva a preguntas que por ahora la ciencia material no puede contestar. Pero que un médico escriba un libro sobre la reencarnación, eso sí es raro. Las dos terceras partes de los norteamericanos adultos creen en la vida después de la muerte. La encuesta Gallup de 1982 demostró que el veintitrés por ciento de los norteamericanos creen en la reencarnación, pero sólo el cinco por ciento de mis colegas lo cree. A pesar del éxito que tuvo Darwin al suprimir a Dios de la naturaleza, Freud al reducir la divinidad del hombre a la necesidad de mamar, y pese al triunfo de los conductistas en la extinción de la conciencia, persiste la creencia en algo más allá de la muerte. Hace poco más de cien años los médicos apretaban filas en favor de la inmortalidad. La educación médica ya no parece incluir el estudio de la vida. Debo tratar otro aspecto. Las críticas de algunos de mis colegas en psiquiatría y psicología y sin 11 duda la de otros con menos preparación en las ciencias psicológicas serán a dos puntas: ad hominum y ad captandum. La reticencia de los psicoanalistas clásicos proclamará, como en el caso de Richard Bucke, la omnipotencia infantil en la creencia en la posibilidad de lo imposible, o la nostalgia por el padre perdido en la búsqueda de la experiencia mística. Como uso la teoría psicoanalítica en mi trabajo clínico, sé que esas interpretaciones no son realmente productivas cuando se trata de entender lo que alguien está diciendo. Es probable, respecto de los informes de mis sujetos, que los estetas se burlen diciendo que son objetos sin analizar, objetos en transición que simulan egos múltiples, o por lo menos fantasmas de transferencia. Los menos informados simplemente, ad populum, dirán que es una fantasía.
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