Gonzalo Sánchez Gómez

¡Basta Ya! - 1 Edición - Colombia Centro Nacional De Memoria Histórica 2014

Colombia: memorias de guerra y dignidad

DISCURSO de entrega oficial del infoRme general
¡basta ya! al presidente de la républica 11
Prólogo 17
Capítulo I
Dimensiones y modalidades de la violencia del conflicto armado 23
1.1. Matar y esconder la mano 25
1.2. No solo matar: secuestrar, desterrar, destruir, violar y reclutar 27
1.3. Todos han sido crueles, pero de manera diferente 31
1.4. Violencia frecuente y de bajo perfil 34
1.5. Los líderes: un blanco para todos los grupos 35
1.6. Ha habido momentos y lugares donde la guerra ha sido peor 36
1.7. La lógica de la guerra 37
Capítulo II
Los orígenes, las dinámicas y el crecimiento del conflicto armado 39
2.1. ¿Quién hizo qué durante la guerra? 39
2.1.1. Guerrillas 39
2.1.2. El Estado 43
2.1.3. Los paramilitares 46
2.2. Las constantes y las rupturas 48
2.2.1. El problema agrario 49
2.2.2. El miedo a la democracia 51
2.2.3. El narcotráfico 52
2.2.4. Las influencias y presiones de las políticas internacionales 54
2.2.5. La fragmentación del Estado 55
2.3. La justicia y la guerra 56
Capítulo III
Los impactos y los daños causados por el conflicto armado 61
3.1. Las huellas de la guerra 61
3.1.1. Daños morales 63
3.1.2. Daños socioculturales 64
3.1.3. Daños políticos 65
3.2. ¿Quiénes sufrieron? 66
3.2.1. Las mujeres 66
3.2.2. Los hombres 67
3.2.3. Los niños, niñas y adolescentes 69
3.2.4. Discriminación a la población LGTBI 70
3.3. El impacto de la impunidad 70
Capitulo IV
La voz de los sobrevivientes 73
4.1. Memorias del sufrimiento 73
4.2. Memorias de la crueldad 75
4.3. Memorias de las complicidades 75
4.4. Memorias del abandono 77
4.5. Memorias de la estigmatización 78
4.6. Memorias de la dignidad: sobrevivir, resistir y reconstruir 79
4.7. Las funciones y los usos de la memoria 84
Recomendaciones del Grupo de Memoria Histórica 87
Anexo 95

El mal sufrido debe inscribirse en la memoria colectiva, pero para dar
una nueva oportunidad al porvenir.
Tzvetan Todorov
Colombia tiene una larga historia de violencia, pero también una renovada capacidad de resistencia a ella, una de cuyas más notorias manifestaciones en las últimas dos décadas ha sido la creciente movilización
por la memoria. Rompiendo todos los cánones de los países en conflicto, la confrontación armada en este país discurre en paralelo con una
creciente confrontación de memorias y reclamos públicos de justicia y
reparación. La memoria se afincó en Colombia no como una experiencia
del posconflicto, sino como factor explícito de denuncia y afirmación de
diferencias. Es una respuesta militante a la cotidianidad de la guerra y al
silencio que se quiso imponer sobre muchas víctimas.
La memoria es una expresión de rebeldía frente a la violencia y la impunidad. Se ha convertido en un instrumento para asumir o confrontar el
conflicto, o para ventilarlo en la escena pública. Ahora bien, al aceptar
que la movilización social por la memoria en Colombia es un fenómeno
existente, es preciso también constatar su desarrollo desigual en el plano
político, normativo y judicial. Regiones, tipos de víctimas, niveles de organización, capacidad de acceso a recursos económicos son factores que
cuentan en la definición de los límites o posibilidades de la proyección y
sostenibilidad de las prácticas e iniciativas de memoria que hoy pululan
en el país. En todo caso, es gracias a todo este auge memorialístico que
hay en Colombia una nueva conciencia del pasado, especialmente de
aquel forjado en la vivencia del conflicto.
El conflicto y la memoria —lo muestra con creces la experiencia colombiana— no son elementos necesariamente secuenciales del acontecer
político-social, sino rasgos simultáneos de una sociedad largamente
fracturada.
Entre la invisibilidad y el reconocimiento
Colombia apenas comienza a esclarecer las dimensiones de su propia
tragedia. Aunque sin duda la mayoría de nuestros compatriotas se sienten habitualmente interpelados por diferentes manifestaciones del conflicto armado, pocos tienen una conciencia clara de sus alcances, de sus
impactos y de sus mecanismos de reproducción. Muchos quieren seguir
viendo en la violencia actual una simple expresión delincuencial o de
bandolerismo, y no una manifestación de problemas de fondo en la configuración de nuestro orden político y social.
El carácter invasivo de la violencia y su larga duración han actuado paradójicamente en detrimento del reconocimiento de las particularidades
de sus actores y sus lógicas específicas, así como de sus víctimas. Su
apremiante presencia ha llevado incluso a subestimar los problemas políticos y sociales que subyacen a su origen. Por eso a menudo la solución
se piensa en términos simplistas del todo o nada, que se traducen o bien
en la pretensión totalitaria de exterminar al adversario, o bien en la ilusión de acabar con la violencia sin cambiar nada en la sociedad. Una lectura del conflicto en clave política mantiene las puertas abiertas para su
transformación y eventual superación, lo mismo que para reconocer, reparar y dignificar a las víctimas resultantes de la confrontación armada.

978-958-58167-4-9

Los paramilitares.El narcotráfico. Derecho a la justicia

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