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¿ Que Es La Democracia?

Por: Giovanni Sartori.
Tipo de material: materialTypeLabelLibroEditor: Colombia Altamir 2007Edición: 1 Edición.Descripción: 342 p.ISBN: 958-9232-32-9.Materia(s): DemocraciaClasificación CDD: 370.115
Contenidos:
ndice Portadilla Índice Prólogo Primera parte I. Definir la democracia II. Pueblo y poder III. La cuestión del realismo IV. Perfeccionismo y utopía V. Opinión pública y democracia gobernante VI. Democracia vertical VII. Democracia y no democracia Segunda parte VIII. La democracia de los antiguos y la democracia de los modernos IX. Libertad y ley X. Igualdad XI. Liberalismo, democracia y socialismo XII. Mercado, capitalismo y planificación XIII. Conclusiones Apéndice el futuro Apéndice 2007 nuevos problemas Notas Bibliografía Créditos Grupo Santillana
Resumen: Desde siempre me he ocupado de la democracia. Empecé en el lejano 1957 con Democracia e definizioni, un libro juvenil que permaneció vivo, reedición tras reedición, durante más de treinta años. Realmente, sería un ingrato si me lamentara de ese éxito. Pero ya era hora de que escribiera un libro nuevo. De aquel viejo texto aquí queda en parte la estructura, pero todo se ha escrito de nuevo y ha cambiado muchísimo. Entretanto he publicado en inglés un largo texto en dos volúmenes, The Theory of Democracy Revisited, que apareció en 1987 y abundantemente equipado de aparato bibliográfico. Con las espaldas cubiertas así, me resultó fácil escribir este libro (menos de la mitad del texto original) con muy pocas notas, y sucintas referencias. En la primera parte —«La teoría»—planteo los problemas: aquí el enfoque es sobre todo analítico. En la segunda parte —«La práctica»— trato los problemas de grosor histórico y el enfoque se centra en la «fábrica», la construcción de la democracia. Digámoslo así: en la primera parte trato cuestiones que están por resolver, o resueltas, «en buena lógica»; en la segunda cuestiones por resolver, o resueltas «en buena experiencia». ¿La teoría sobre la democracia es una o es múltiple? ¿Hay muchas teorías de muchas democracias, o bien una teoría de una democracia? La respuesta depende, en gran parte, del nivel de abstracción del discurso. En el nivel de género podrá ser una. En el de especie seguro que será múltiple. En este libro voy a sostener la tesis unitaria, es decir, que la teoría de la democracia posee un cuerpo central y que las llamadas «teorías alternativas» de la democracia no son tales: o son falsas (como en el caso de la inexistente democracia comunista), o son «teorías parciales», subespecies. Y una subespecie no es una alternativa a la especie, exactamente igual que la parte de un todo no puede hacer las veces del todo. Observar que una teoría unitaria de la democracia debe mirar al «género» quiere decir que se debe colocar en un nivel más abstracto que aquel en que se despliega la investigación sobre la especie y subespecie (de democracia). ¿Cuánto más abstracto? En suma, ¿cómo de abstracto? Aquí me mantengo en un nivel de abstracción intermedio, a media altura entre la estratosfera permitida al filósofo y el ras de suelo del empirismo, que es como decir que este libro no propone una filosofía de la democracia, ni tampoco una teoría empírico-positivista de la democracia. Al filósofo se le permite ignorar los hechos y ser sólo normativo, tratar sólo de ideales. Por el contrario, la teoría empírica de la democracia de sello positivista obtiene la democracia de los hechos: es entera y solamente descriptiva. Y decía que yo me coloco en medio. Mantengo que la teoría está sobre los hechos, que debe trascenderlos y evaluarlos, pero mantengo también que debe tener en cuenta los hechos, cómo la experiencia actúa sobre la teoría. El nivel de abstracción de este libro es intermedio en este sentido: porque está a caballo de la relación entre teoría y realidad. Las siguientes ediciones del libro contienen además dos apéndices. El primero se titula «El futuro», un texto que tuvo una primera redacción de un tirón, después de la caída del muro de Berlín en 1989. Pero aquí aparece en una versión ampliada del año 2000. Y el título ya indica que me interrogo sobre los problemas que se cierran y los que se abren, con la caída del comunismo. El final de la ideología marxista no modifica la teoría anterior al marxismo y que resistió su ataque; en todo caso, más bien la refuerza. Pero si la teoría sigue estando como está, la historia, congelada en el periodo de la Guerra Fría, se vuelve a poner en movimiento. Con lo que sabemos hoy, ¿cómo lo había visto yo ex ante? Retrocediendo con la mente a la euforia del inmediato «después del muro», yo no caí en ella. Porque fui muy cauto en mis previsiones, aunque quizá deposité demasiadas esperanzas en un pensamiento posideológico que hubiera «repensado», que hubiera vuelto a pensar, sin anteojeras. Los contenidos ideológicos de los siglos XIX y XX —y especialmente la doctrina del marxismo— ya han pasado a los anticuarios; pero la forma mentis ideológica, el modo de pensar ideológico, está más vivo y sano que nunca. Infravaloré el hecho de que para quien no sabe pensar, para el que no tiene autonomía y auténtica fuerza de pensamiento, la ideología sigue siendo una muleta necesaria. De hecho, hoy el ideologismo arrecia disfrazado de lo «políticamente correcto». Podríamos decir que ya no hay un ideologismo metafísico, pero sigue siendo un pensamiento pobre, cerrado y sectario. En esta edición añado un segundo apéndice: Nuevos problemas. La historia que se ha vuelto a poner en movimiento con fuerza produce, obviamente, novedades. Por ejemplo, el debate acerca de si la democracia es exportable nunca se había puesto a prueba con el problema de la relación entre democracia e islam. Hoy ese debate es central. Y hay más: en el pasado la teoría de la democracia nunca se implicó en el problema de un desarrollo económico insostenible con enormes costes (no contabilizados) de «externalidad», que vuelve a poner en discusión, entre otras cosas, el nexo entre democracia y bienestar. Si ese bienestar (que damos por adquirido) se convirtiera en «malestar», ¿lo resistiría la democracia? Además, mientras que en el primer apéndice me ocupo mucho del fin de las ideologías, en el apéndice de 2007 desplazo el interés hacia el «déficit cognitivo», es decir, hacia el hecho de que no disponemos de un saber aplicado (aplicable), capaz de convertir la teoría en práctica, para guiarnos en el cómo hacer. Por último, cada vez pierdo más la esperanza acerca de la seriedad de nuestra teoría de la democracia, porque me encuentro cada día con más vendedores de humo muy hábiles para olfatear el viento, pero poco o nada hábiles para saber de qué hablan, y ahora ya incapaces de repulir y de reunir —en lo esencial— una inmensa literatura que se ha ido deshaciendo en fragmentos especialistas y, lo que es todavía peor, «novedistas» (excitados por el afán de novedades). Por el contrario, en todo este libro mi postura es que el primer deber del hombre de saber es transmitir el saber, y que el afán de ser originales a cualquier precio inevitablemente estropea su correcta transmisión. Es estupendo que de vez en cuando nos venga a la mente una idea nueva. Pero ésa no es mi prioridad. Para mí magis amica venitas. Y si una verdad ya se ha dicho, hay que repetirla, porque es muy grave que se olvide. Por lo tanto, volver a publicar ¿Qué es la democracia? al comienzo del nuevo milenio, tal y como fue escrito al final del milenio que se ha cerrado, no me plantea ningún problema. Los libros que hacen «saber del saber» deberían durar hasta que otro autor los mejore.Nota de existencias: 1
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ndice
Portadilla

Índice

Prólogo

Primera parte

I. Definir la democracia

II. Pueblo y poder

III. La cuestión del realismo

IV. Perfeccionismo y utopía

V. Opinión pública y democracia gobernante

VI. Democracia vertical

VII. Democracia y no democracia

Segunda parte

VIII. La democracia de los antiguos y la democracia de los modernos

IX. Libertad y ley

X. Igualdad

XI. Liberalismo, democracia y socialismo

XII. Mercado, capitalismo y planificación

XIII. Conclusiones

Apéndice el futuro

Apéndice 2007 nuevos problemas

Notas

Bibliografía

Créditos

Grupo Santillana

Desde siempre me he ocupado de la democracia. Empecé en el lejano 1957 con Democracia e definizioni, un libro juvenil que permaneció vivo, reedición tras reedición, durante más de treinta años. Realmente, sería un ingrato si me lamentara de ese éxito. Pero ya era hora de que escribiera un libro nuevo. De aquel viejo texto aquí queda en parte la estructura, pero todo se ha escrito de nuevo y ha cambiado muchísimo. Entretanto he publicado en inglés un largo texto en dos volúmenes, The Theory of Democracy Revisited, que apareció en 1987 y abundantemente equipado de aparato bibliográfico. Con las espaldas cubiertas así, me resultó fácil escribir este libro (menos de la mitad del texto original) con muy pocas notas, y sucintas referencias.

En la primera parte —«La teoría»—planteo los problemas: aquí el enfoque es sobre todo analítico. En la segunda parte —«La práctica»— trato los problemas de grosor histórico y el enfoque se centra en la «fábrica», la construcción de la democracia. Digámoslo así: en la primera parte trato cuestiones que están por resolver, o resueltas, «en buena lógica»; en la segunda cuestiones por resolver, o resueltas «en buena experiencia».

¿La teoría sobre la democracia es una o es múltiple? ¿Hay muchas teorías de muchas democracias, o bien una teoría de una democracia? La respuesta depende, en gran parte, del nivel de abstracción del discurso. En el nivel de género podrá ser una. En el de especie seguro que será múltiple. En este libro voy a sostener la tesis unitaria, es decir, que la teoría de la democracia posee un cuerpo central y que las llamadas «teorías alternativas» de la democracia no son tales: o son falsas (como en el caso de la inexistente democracia comunista), o son «teorías parciales», subespecies. Y una subespecie no es una alternativa a la especie, exactamente igual que la parte de un todo no puede hacer las veces del todo.

Observar que una teoría unitaria de la democracia debe mirar al «género» quiere decir que se debe colocar en un nivel más abstracto que aquel en que se despliega la investigación sobre la especie y subespecie (de democracia). ¿Cuánto más abstracto? En suma, ¿cómo de abstracto? Aquí me mantengo en un nivel de abstracción intermedio, a media altura entre la estratosfera permitida al filósofo y el ras de suelo del empirismo, que es como decir que este libro no propone una filosofía de la democracia, ni tampoco una teoría empírico-positivista de la democracia. Al filósofo se le permite ignorar los hechos y ser sólo normativo, tratar sólo de ideales. Por el contrario, la teoría empírica de la democracia de sello positivista obtiene la democracia de los hechos: es entera y solamente descriptiva. Y decía que yo me coloco en medio. Mantengo que la teoría está sobre los hechos, que debe trascenderlos y evaluarlos, pero mantengo también que debe tener en cuenta los hechos, cómo la experiencia actúa sobre la teoría. El nivel de abstracción de este libro es intermedio en este sentido: porque está a caballo de la relación entre teoría y realidad.

Las siguientes ediciones del libro contienen además dos apéndices. El primero se titula «El futuro», un texto que tuvo una primera redacción de un tirón, después de la caída del muro de Berlín en 1989. Pero aquí aparece en una versión ampliada del año 2000. Y el título ya indica que me interrogo sobre los problemas que se cierran y los que se abren, con la caída del comunismo. El final de la ideología marxista no modifica la teoría anterior al marxismo y que resistió su ataque; en todo caso, más bien la refuerza. Pero si la teoría sigue estando como está, la historia, congelada en el periodo de la Guerra Fría, se vuelve a poner en movimiento.

Con lo que sabemos hoy, ¿cómo lo había visto yo ex ante? Retrocediendo con la mente a la euforia del inmediato «después del muro», yo no caí en ella. Porque fui muy cauto en mis previsiones, aunque quizá deposité demasiadas esperanzas en un pensamiento posideológico que hubiera «repensado», que hubiera vuelto a pensar, sin anteojeras. Los contenidos ideológicos de los siglos XIX y XX —y especialmente la doctrina del marxismo— ya han pasado a los anticuarios; pero la forma mentis ideológica, el modo de pensar ideológico, está más vivo y sano que nunca. Infravaloré el hecho de que para quien no sabe pensar, para el que no tiene autonomía y auténtica fuerza de pensamiento, la ideología sigue siendo una muleta necesaria. De hecho, hoy el ideologismo arrecia disfrazado de lo «políticamente correcto». Podríamos decir que ya no hay un ideologismo metafísico, pero sigue siendo un pensamiento pobre, cerrado y sectario.

En esta edición añado un segundo apéndice: Nuevos problemas. La historia que se ha vuelto a poner en movimiento con fuerza produce, obviamente, novedades. Por ejemplo, el debate acerca de si la democracia es exportable nunca se había puesto a prueba con el problema de la relación entre democracia e islam. Hoy ese debate es central. Y hay más: en el pasado la teoría de la democracia nunca se implicó en el problema de un desarrollo económico insostenible con enormes costes (no contabilizados) de «externalidad», que vuelve a poner en discusión, entre otras cosas, el nexo entre democracia y bienestar. Si ese bienestar (que damos por adquirido) se convirtiera en «malestar», ¿lo resistiría la democracia? Además, mientras que en el primer apéndice me ocupo mucho del fin de las ideologías, en el apéndice de 2007 desplazo el interés hacia el «déficit cognitivo», es decir, hacia el hecho de que no disponemos de un saber aplicado (aplicable), capaz de convertir la teoría en práctica, para guiarnos en el cómo hacer.

Por último, cada vez pierdo más la esperanza acerca de la seriedad de nuestra teoría de la democracia, porque me encuentro cada día con más vendedores de humo muy hábiles para olfatear el viento, pero poco o nada hábiles para saber de qué hablan, y ahora ya incapaces de repulir y de reunir —en lo esencial— una inmensa literatura que se ha ido deshaciendo en fragmentos especialistas y, lo que es todavía peor, «novedistas» (excitados por el afán de novedades).

Por el contrario, en todo este libro mi postura es que el primer deber del hombre de saber es transmitir el saber, y que el afán de ser originales a cualquier precio inevitablemente estropea su correcta transmisión. Es estupendo que de vez en cuando nos venga a la mente una idea nueva. Pero ésa no es mi prioridad. Para mí magis amica venitas. Y si una verdad ya se ha dicho, hay que repetirla, porque es muy grave que se olvide. Por lo tanto, volver a publicar ¿Qué es la democracia? al comienzo del nuevo milenio, tal y como fue escrito al final del milenio que se ha cerrado, no me plantea ningún problema. Los libros que hacen «saber del saber» deberían durar hasta que otro autor los mejore.

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