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No Nacimos Pa' Semilla

Por: Alonso Salazar J.
Tipo de material: materialTypeLabelLibroEditor: Bogota, Colombia Cinep 1999Edición: 12 Edición.Descripción: 223 p.ISBN: 958-644-003-6.Materia(s): Violencia PandillasClasificación CDD: 302.861 Resumen: Las características personales para ejercer la profesión. de sicario que nos vendía en décadas pasadas la televisión eran bien definidas Se trataba de seres elegantes, anónimos, con mil rostros y contratos millonarios, quienes cumplían con inmensa sofistificación y desaparecían discretamente de la escena. En buena medida, todos habíamos asumido esta imagen como verdadera cuando la muerte comenzó a ser negocio lucrativo en Colombia. Nos hablaban de "el de la moto" y nos representábamos inmediatamente una especie de rambos criollos, máquinas frías e insensibles de la muerte. Además, el hecho de que la mayoría de asesinos por contrato fuesen de Medellín confirmaba la tesis de que a esa ciudad la había consumido el afán de lucro impuesto por el narcotráfico. Así las organizaciones de la muerte se ubicaron como apéndices funcionales de los llamados carteles de la droga. Pero cuando los sicarios y sus allegados em­pezaron a hablar, las cosas cambiaron. Como por encanto aparecieron las exculpaciones y la madeja se enredó. Constatamos que las condiciones de pobreza determinaban las formas de buscarse el sustento Que bandas completas podían ser contratadas por cualquier parroquiano a la vuelta de la esquina. Y que los profesionales de la muerte eran apenas niños, portadores de unos valores que la sociedad difícilmente comprendía. Se abrió paso así a una especie de sentimiento de culpa colectivo. Todo el mundo pareció comprender el fenómeno y los victimarios se transformaron en víctimas. No pocos comenzaron a mirar a los niños sicarios con cierta simpatía o por lo menos con esquiva admiración. La fórmula mágica de los diálogos de paz comenzó tímidamente a insinuarse y no falto quien alegara vehemente que ellos sólo eran los instrumentos materiales de una intolerancia nacional que nos está aniquilando. Adherir acríticamente a una cualquiera de estas interpretaciones es sumamente peligroso. Es igualmente maniqueísta quien presenta al sicario como un enfermo paranoico como aquel que lo absuelve por ser un producto de la marginalidad. La obra de Alonso Salazar nos presenta en forma comprehensiva el fenómeno de la cultura de las bandas juveniles de las comunas nororien­tales medellinenses sin caer en los extremos anotados. Y, para hacerlo, escoge una vía novedosa: rescatar las versiones de los protagonistas. No se trata únicamente de oir a los jóvenes que han hecho d ela muerte un negocio El libro nos trae también los relatos de madres, amigos, enemigos, activistas barriales, sacerdotes,. De esta manera se traza un complejo y contradictorio mapa que determina la creación y valoración social del sicariato. Desde la frialdad de las letras nos inunda la muerte cotidiana. No hay héroes ni vencedores. La vida, a pesar de su misterio, se hace efímera y rastrera. Es una historia en la que todos somos perdedores. Pero no por la representación de la locura o del sinsentido. Por el contrario, sobran las razones. Las tienen quienes contratan por dinero y aquellos que limpian de indeseables las comunas. Pocos escritos como e1presente nos llevan a los límites de esta sociedad fracturada. Este trabajo investigativo nos lanza sin miramientos a la constatación de nuestros vacíos como comuni­dad humana: la insolidaridad, la dificultad para encontrar valores comunes, la confusión moral a que lleva el lucro como sentido ultimo de la existencia. Por ello no basta con reconocer que todos tenemos un poco de culpa en que los sicarios sean una realidad en nuestro medio. Es necesario desentrañar lo que nos hace responsables: cuáles actitudes de la guerrilla, la policía, la clase dirigente, la izquierda, el narcotráfico, los sacerdotes, las madres o los jóvenes promueven la gene­ración de bandas. Se trata de una tarea vital para quienes esta­mos empeñados en proponer soluciones integra­les que disminuyan los factores de violencia de nuestra sociedad. Sólo descubriendo la compleja raíz social que da origen a las conductas sociales es posible proponer acciones que realmente inci­dan de conjunto en la problemática. Para llegar a ello es necesario desprendernos de la morbosidad con la que nos hemos acostumbrado a ver y leer todo lo relacionado con el tema. Éste no es el "último y total" testimonio de los sicarios. Tampoco contiene "secretos iné­ditos" de las bandas ni es un pliego de acusacio­nes contra el Estado, la Iglesia o la Policía. En buena medida es la construcción de una obra de vida sobre la muerte. Es un trabajo que se ha creado a partir del dolor por las ausencias. Su síntesis es el esfuerzo humano por antonoma­sia: entender para poder actuar. El Centro de Investigación y Educación Po­pular CINEP ha orientado gran parte de su es­fuerzo investigativo hacia el análisis de nuestra realidad con miras a aportar en el camino hacia soluciones concretas que posibiliten una patria más fraternal, justa y solidaria. En ese mismo orden de ideas, estamos convencidos de qu este documento que hoy presentamos a los lectores será una herramienta indispensable para todos aquellos que quieran acercarse con seriedad y Profundidad al fenómeno de las bandas juveniles de la comuna nororiental de Medellín.Nota de existencias: 1
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Las características personales para ejercer la profesión. de sicario que nos vendía en décadas pasadas la televisión eran bien definidas Se trataba de seres elegantes, anónimos, con mil rostros y contratos millonarios, quienes cumplían con inmensa sofistificación y desaparecían discretamente de la escena.

En buena medida, todos habíamos asumido esta imagen como verdadera cuando la muerte comenzó a ser negocio lucrativo en Colombia. Nos hablaban de "el de la moto" y nos representábamos inmediatamente una especie de rambos criollos, máquinas frías e insensibles de la muerte.

Además, el hecho de que la mayoría de asesinos por contrato fuesen de Medellín confirmaba la tesis de que a esa ciudad la había consumido el afán de lucro impuesto por el narcotráfico. Así las organizaciones de la muerte se ubicaron como apéndices funcionales de los llamados carteles de la droga.

Pero cuando los sicarios y sus allegados em­pezaron a hablar, las cosas cambiaron. Como por encanto aparecieron las exculpaciones y la madeja se enredó. Constatamos que las condiciones de pobreza determinaban las formas de buscarse el sustento Que bandas completas podían ser contratadas por cualquier parroquiano a la vuelta de la esquina. Y que los profesionales de la muerte eran apenas niños, portadores de unos valores que la sociedad difícilmente comprendía.

Se abrió paso así a una especie de sentimiento de culpa colectivo. Todo el mundo pareció comprender el fenómeno y los victimarios se transformaron en víctimas. No pocos comenzaron a mirar a los niños sicarios con cierta simpatía o por lo menos con esquiva admiración. La fórmula mágica de los diálogos de paz comenzó tímidamente a insinuarse y no falto quien alegara vehemente que ellos sólo eran los instrumentos materiales de una intolerancia nacional que nos está aniquilando.

Adherir acríticamente a una cualquiera de estas interpretaciones es sumamente peligroso. Es igualmente maniqueísta quien presenta al sicario como un enfermo paranoico como aquel que lo absuelve por ser un producto de la marginalidad.

La obra de Alonso Salazar nos presenta en forma comprehensiva el fenómeno de la cultura de las bandas juveniles de las comunas nororien­tales medellinenses sin caer en los extremos anotados. Y, para hacerlo, escoge una vía novedosa: rescatar las versiones de los protagonistas.

No se trata únicamente de oir a los jóvenes que han hecho d ela muerte un negocio El libro nos trae también los relatos de madres, amigos, enemigos, activistas barriales, sacerdotes,. De esta manera se traza un complejo y contradictorio mapa que determina la creación y valoración social del sicariato.

Desde la frialdad de las letras nos inunda la muerte cotidiana. No hay héroes ni vencedores. La vida, a pesar de su misterio, se hace efímera y rastrera. Es una historia en la que todos somos perdedores. Pero no por la representación de la locura o del sinsentido. Por el contrario, sobran las razones. Las tienen quienes contratan por dinero y aquellos que limpian de indeseables las comunas.

Pocos escritos como e1presente nos llevan a los límites de esta sociedad fracturada. Este trabajo investigativo nos lanza sin miramientos a la constatación de nuestros vacíos como comuni­dad humana: la insolidaridad, la dificultad para encontrar valores comunes, la confusión moral a que lleva el lucro como sentido ultimo de la existencia.

Por ello no basta con reconocer que todos tenemos un poco de culpa en que los sicarios sean una realidad en nuestro medio. Es necesario desentrañar lo que nos hace responsables: cuáles actitudes de la guerrilla, la policía, la clase dirigente, la izquierda, el narcotráfico, los sacerdotes, las madres o los jóvenes promueven la gene­ración de bandas.

Se trata de una tarea vital para quienes esta­mos empeñados en proponer soluciones integra­les que disminuyan los factores de violencia de nuestra sociedad. Sólo descubriendo la compleja raíz social que da origen a las conductas sociales es posible proponer acciones que realmente inci­dan de conjunto en la problemática.

Para llegar a ello es necesario desprendernos de la morbosidad con la que nos hemos acostumbrado a ver y leer todo lo relacionado con el tema. Éste no es el "último y total" testimonio de los sicarios. Tampoco contiene "secretos iné­ditos" de las bandas ni es un pliego de acusacio­nes contra el Estado, la Iglesia o la Policía.

En buena medida es la construcción de una obra de vida sobre la muerte. Es un trabajo que se ha creado a partir del dolor por las ausencias. Su síntesis es el esfuerzo humano por antonoma­sia: entender para poder actuar.

El Centro de Investigación y Educación Po­pular CINEP ha orientado gran parte de su es­fuerzo investigativo hacia el análisis de nuestra realidad con miras a aportar en el camino hacia soluciones concretas que posibiliten una patria más fraternal, justa y solidaria. En ese mismo orden de ideas, estamos convencidos de qu este documento que hoy presentamos a los lectores será una herramienta indispensable para todos aquellos que quieran acercarse con seriedad y Profundidad al fenómeno de las bandas juveniles de la comuna nororiental de Medellín.

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