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La Increíble Y Triste Historia De La Cándida Eréndira y De Su Abuela Desalmada

Por: Gabriel García Marquez.
Tipo de material: materialTypeLabelLibroEditor: Colombia Penguin Random House 2014Edición: 1 Edición.Descripción: 157 p.ISBN: 978958886237.Materia(s): El ahogado mas hermoso del mundo. El último viaje del buque fantasmaClasificación CDD: 860 Resumen: "Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el viento de su desgracia." Así es el tenor de la primera frase del la obra "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada" de Gabriel García Márquez, el escritor colombiano, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1982. Eréndira es la nieta que había cumplido apenas los catorce años, vivía sólo con su abuela en un enorme mansión extraviada en el desierto. El único animal de plumas que puede sobrevivir allí era un avestruz raquítico. La nieta atentía a su abuela que necesitaba ayuda con todo, a causa de su grandeza e inmovilidad. Normalmente necesitaba dos horas cada día para arreglar la anciana. No podía caminar sin ser apoyada de la nieta. Eréndira era lánguida y de huesos tiernos y demasiado mansa por su edad. Era la sola sobreviviente, con la abuela, de la familia de origen legendaria contrabandista que se llamaba Amadís. Eréndira no decía mucho a la abuela, por lo general solo: "Sí, abuela." El día en que empezó su desgracia la abuela vio que Eréndira se volvió a dormir caminando y le dijo a Eréndira, ella se excusó: "Es la costumbre del cuerpo." El ambiente de la mansión y del desierto se describe cómo aislado y la vida de las dos cómo una existencia rutinaria. Por una desgraciada casualidad, cuando Eréndira se durmió con un candelabro ya encendido, se hizo fuego en la mansión, la gente del pueblo trató de rescatar los restos del desastre. Pero no quedó mucho. La abuela empezó inmediatamente el trabajo de hacer a Eréndira que pagar su negligencia. El medio fue venderla a los hombres. El primero cliente fue un viudo del pueblo que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la virginidad. Cuando no hubo en el pueblo ningún otro hombre que pudiera pagar algo por el amor de Eréndira, la abuela la llevó en un camión de carga hacia otros pueblos y regiones. Eréndira tuvo que pagar por el viaje haciendo amores con el carguero del camión. Este encuentro fue una buena experiencia para Eréndira, porque al carguero le gustó ella y ella también gustó de él.. La abuela comenzó a arreglar a Eréndira. Le pintó la cara con un estilo que había estado de moda en su juventud: "Los hombres son muy brutos en asuntos de mujeres." En un tenderete la abuela instaló una estera y Eréndira. Un hombre del correo nacional pagó por los servicios de Eréndira por narrando de ella a otros hombres que él encontró por su trabajo. Fue un trato de éxito. Detrás de los hombres vinieron mesas de lotería, puestos de comida y un fotógrafo en bicicleta que instaló frente el campamento una cámara de caballete con manga de luto. Con el paso de los meses la abuela fue menos severa con el pago del dinero y empezó por admitir que los hombres completaran el pago con medallas de santos, reliquias de familia, anillos matrimoniales y todo cuanto fuera capaz de demostrar. La abuela tuvo suficiente dinero para comprar un burro y entonces fue posible buscar otros lugares para cobrarse la deuda. En San Miguel del Desierto encontró a Ulises, el hijo de un contrabandista holandés. Ulises era un adolescente dorado, de ojos marítimos y solitarios, y con la identidad de un ángel furtivo. Cuando él visitó a la carpa de Eréndira, los jóvenes se gustaron. Se quisieron. Por Ulises Eréndira era la primera mujer con quién él hacia el amor. En la misma ciudad había una casa de misioneros. Como Eréndira era menor de edad les dijeron a la abuela que querian ponerla bajo su custodia, o tendrian que recurrir a otros métodos. Una noche cuándo la abuela y Eréndira dormían, unos hombres mandados por los misioneros, la llevaron al convento de la misión. Eréndira no perdió ni una noche de sueño desde que la llevaron al convento. Ella vivía descubriendo otras formas de belleza y de horror que nunca había imaginado en el mundo en el estrecho de la cama. Ella fue feliz con las nuevas experiencias. La abuela intentaba rescatar a la nieta de la tutela de los misioneros. Ella recurrió a la autoridad civil, pero el alcalde le dijo que no podía hacer nada, los padrecitos, de acuerdo con el Concordato, tenían el derecho a quedarse con la niña hasta que sea mayor de edad o hasta que se case. La abuela buscó ayuda de unos contrabandistas, diciendo que era la Dama de Amadís el grande. Pero el hombre contrabandista con quien ella platicó, no conocia siquiera a los Amadises, ni quiso atravesarse en las cosas de Dios. La solución era pagar a un muchacho de pelo indio veinte pesos para que se case a Eréndira. Cuando a Eréndira se le preguntó cuál era su voluntad libre, ella respondió, que no quería casarse con el indio, sino irse con la abuela. Cuando Ulises volvió a casa tenía un sucesor del tiempo en el desierto. Tocando cosas de vidrio, por ejemplo una jarra de cristal, la jarra se volvió azul. La madre guajirana de Ulises, le dijo que esas cosas sólo suceden por amor. El padre de Ulises no sabía guajiro y la madre no sabía holandés. Entonces Ulises podía mantener una conversación distinta con cada uno de los padres. Ulises no quería hablar sobre Eréndira con su madre, aunque ella entendía que había alguién. Ulises no podía dormir tratando de dominar el dolor de los recuerdos, hasta que el propio dolor le dio fuerza. Se fugó de la casa en la camioneta cargada de pájaros. Viajó por el desierto el resto de la noche y al amanecer preguntó por pueblos y rancherías cuál era el rumbo de Eréndira. Al tercer día se encontró con un hombre del correo nacional, y éste le indicó que la abuela y Eréndira se dirigían hacia el mar con la intención de la abuela d irse para la isla de Aruba. Cuando Ulises la encontró tentó a Eréndira a huir con él al otro lado de la frontera. Mostró a Eréndira una naranja de la caja de caudales de su padre. En su interior era clavado un diamante legítimo. También le mostró una pistola y le dijo que tenía la camioneta. Eréndira después de unos días se decidió para siempre alejarse de la abuela. Se escaparon hacia el desierto. Esa vez la abuela recurrió de inmediato a la autoridad civil. El comandante del retén decidió atrapar los fugitivos. En una camioneta militar viajaron el comandante, la abuela, el padre de Ulises y unos agentes armados. Antes de la mediodía empezaron a ver las plumas de los pájaros de la camioneta de Ulises que pasaban en el viento. Los fugitivos fueron capturados y el tercer periodo de esclavitud comenzó para Eréndira., todavía con la cadena de perro en el tobillo. El punto de vista de la abuela era, que Eréndira no se puede quejar: "Tienes ropas de reina, una cama de lujo, una banda de música propia, y catorce indios a su servicio. ¿No te parece espléndido? Cuando yo te falte, ni quedarás a la merced de los hombres, porque tendrás tu casa propia en una ciudad de importancia." Eréndira contestó, cómo siempre: Sí, abuela. Sin embargo, Eréndira no emitió un suspiro que permitiera vislumbrar su pensamiento. Se sometió en silencio al tormento de la cama cuando la abuela le cantaba la visión de futuro como si la estuviera descifrando en las barajas. Una noche la abuela pasó todo el tiempo hablando sin soñar sobre sus nostalgias del Caribe y capitanes de los buques que mandarán postales de todos los puertos del mundo. Eréndira pensaba en Ulises y llamó con toda la fuerza de su voz interior: Ulises !! Ulises despertó de golpe. Había oído la voz de Eréndira con perfecta claridad. Se decidió salvarla de su desgracia. La última vez tuvo éxito. Pero no sin molestias. Al primero intentaron matar a la abuela con una libra de veneno para ratas revuelto con nata de leche y mermelada de frambuesa. Sólo resultó en que la abuela hizo trances dormando y en que le perdió los pelos. Al segundo Ulises utilizó un detonante. Resultó en una peluca chamuscada y la camisa en piltrafas, pero la abuela estaba más viva que nunca. Al tercero Ulises le mató con el cuchillo de destazar. El cuento concluye cuando Eréndira iba corriendo contra el viento y ninguna voz de este mundo la podía detener. Ni siquiera la voz de Ulises. Llego a tres conclusiones leyendo esto cuento. Primero que Gabriel García Márquez transmite mucho del ambiente colombiano - o latinoamericano, en sus textos. Segundo que el viento es un importante fenómeno para él. Y tercero que la leyenda del contrabandista Amadís es un tema del autor. Creo que es posible conocer más de esto leyendo otras obras de García Márquez. Para mí los Amadis son nuevos, pero entiendo que es una saga familiar, aspecto relevante en diferentes ciclos de las obras de García Márquez. La versión más conocida en lengua de indios era que "Amadís, el padre, había rescatado a su hermosa mujer de un prostíbulo de las Antillas, donde mató a un hombre a cuchilladas, y la traspuso para siempre en la impunidad del desierto. Cuando los Amadís murieron, el uno de fiebres melancólicas, y el otro acribillado en un pleito de rivales, la mujer enterró los cadáveres en el patio".Nota de existencias: 10
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"Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el viento de su desgracia."

Así es el tenor de la primera frase del la obra "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada" de Gabriel García Márquez, el escritor colombiano, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1982.

Eréndira es la nieta que había cumplido apenas los catorce años, vivía sólo con su abuela en un enorme mansión extraviada en el desierto. El único animal de plumas que puede sobrevivir allí era un avestruz raquítico. La nieta atentía a su abuela que necesitaba ayuda con todo, a causa de su grandeza e inmovilidad. Normalmente necesitaba dos horas cada día para arreglar la anciana. No podía caminar sin ser apoyada de la nieta. Eréndira era lánguida y de huesos tiernos y demasiado mansa por su edad. Era la sola sobreviviente, con la abuela, de la familia de origen legendaria contrabandista que se llamaba Amadís.

Eréndira no decía mucho a la abuela, por lo general solo:

"Sí, abuela."

El día en que empezó su desgracia la abuela vio que Eréndira se volvió a dormir caminando y le dijo a Eréndira, ella se excusó:

"Es la costumbre del cuerpo."

El ambiente de la mansión y del desierto se describe cómo aislado y la vida de las dos cómo una existencia rutinaria. Por una desgraciada casualidad, cuando Eréndira se durmió con un candelabro ya encendido, se hizo fuego en la mansión, la gente del pueblo trató de rescatar los restos del desastre. Pero no quedó mucho. La abuela empezó inmediatamente el trabajo de hacer a Eréndira que pagar su negligencia. El medio fue venderla a los hombres.

El primero cliente fue un viudo del pueblo que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la virginidad. Cuando no hubo en el pueblo ningún otro hombre que pudiera pagar algo por el amor de Eréndira, la abuela la llevó en un camión de carga hacia otros pueblos y regiones. Eréndira tuvo que pagar por el viaje haciendo amores con el carguero del camión. Este encuentro fue una buena experiencia para Eréndira, porque al carguero le gustó ella y ella también gustó de él.. La abuela comenzó a arreglar a Eréndira. Le pintó la cara con un estilo que había estado de moda en su juventud:

"Los hombres son muy brutos en asuntos de mujeres."

En un tenderete la abuela instaló una estera y Eréndira. Un hombre del correo nacional pagó por los servicios de Eréndira por narrando de ella a otros hombres que él encontró por su trabajo. Fue un trato de éxito. Detrás de los hombres vinieron mesas de lotería, puestos de comida y un fotógrafo en bicicleta que instaló frente el campamento una cámara de caballete con manga de luto. Con el paso de los meses la abuela fue menos severa con el pago del dinero y empezó por admitir que los hombres completaran el pago con medallas de santos, reliquias de familia, anillos matrimoniales y todo cuanto fuera capaz de demostrar. La abuela tuvo suficiente dinero para comprar un burro y entonces fue posible buscar otros lugares para cobrarse la deuda.

En San Miguel del Desierto encontró a Ulises, el hijo de un contrabandista holandés. Ulises era un adolescente dorado, de ojos marítimos y solitarios, y con la identidad de un ángel furtivo. Cuando él visitó a la carpa de Eréndira, los jóvenes se gustaron. Se quisieron. Por Ulises Eréndira era la primera mujer con quién él hacia el amor.

En la misma ciudad había una casa de misioneros. Como Eréndira era menor de edad les dijeron a la abuela que querian ponerla bajo su custodia, o tendrian que recurrir a otros métodos. Una noche cuándo la abuela y Eréndira dormían, unos hombres mandados por los misioneros, la llevaron al convento de la misión. Eréndira no perdió ni una noche de sueño desde que la llevaron al convento. Ella vivía descubriendo otras formas de belleza y de horror que nunca había imaginado en el mundo en el estrecho de la cama. Ella fue feliz con las nuevas experiencias.

La abuela intentaba rescatar a la nieta de la tutela de los misioneros. Ella recurrió a la autoridad civil, pero el alcalde le dijo que no podía hacer nada, los padrecitos, de acuerdo con el Concordato, tenían el derecho a quedarse con la niña hasta que sea mayor de edad o hasta que se case. La abuela buscó ayuda de unos contrabandistas, diciendo que era la Dama de Amadís el grande. Pero el hombre contrabandista con quien ella platicó, no conocia siquiera a los Amadises, ni quiso atravesarse en las cosas de Dios. La solución era pagar a un muchacho de pelo indio veinte pesos para que se case a Eréndira. Cuando a Eréndira se le preguntó cuál era su voluntad libre, ella respondió, que no quería casarse con el indio, sino irse con la abuela.

Cuando Ulises volvió a casa tenía un sucesor del tiempo en el desierto. Tocando cosas de vidrio, por ejemplo una jarra de cristal, la jarra se volvió azul. La madre guajirana de Ulises, le dijo que esas cosas sólo suceden por amor. El padre de Ulises no sabía guajiro y la madre no sabía holandés. Entonces Ulises podía mantener una conversación distinta con cada uno de los padres. Ulises no quería hablar sobre Eréndira con su madre, aunque ella entendía que había alguién. Ulises no podía dormir tratando de dominar el dolor de los recuerdos, hasta que el propio dolor le dio fuerza. Se fugó de la casa en la camioneta cargada de pájaros. Viajó por el desierto el resto de la noche y al amanecer preguntó por pueblos y rancherías cuál era el rumbo de Eréndira. Al tercer día se encontró con un hombre del correo nacional, y éste le indicó que la abuela y Eréndira se dirigían hacia el mar con la intención de la abuela d irse para la isla de Aruba.

Cuando Ulises la encontró tentó a Eréndira a huir con él al otro lado de la frontera. Mostró a Eréndira una naranja de la caja de caudales de su padre. En su interior era clavado un diamante legítimo. También le mostró una pistola y le dijo que tenía la camioneta. Eréndira después de unos días se decidió para siempre alejarse de la abuela. Se escaparon hacia el desierto. Esa vez la abuela recurrió de inmediato a la autoridad civil. El comandante del retén decidió atrapar los fugitivos. En una camioneta militar viajaron el comandante, la abuela, el padre de Ulises y unos agentes armados. Antes de la mediodía empezaron a ver las plumas de los pájaros de la camioneta de Ulises que pasaban en el viento. Los fugitivos fueron capturados y el tercer periodo de esclavitud comenzó para Eréndira., todavía con la cadena de perro en el tobillo.

El punto de vista de la abuela era, que Eréndira no se puede quejar:

"Tienes ropas de reina, una cama de lujo, una banda de música propia, y catorce indios a su servicio. ¿No te parece espléndido? Cuando yo te falte, ni quedarás a la merced de los hombres, porque tendrás tu casa propia en una ciudad de importancia."

Eréndira contestó, cómo siempre:

Sí, abuela.

Sin embargo, Eréndira no emitió un suspiro que permitiera vislumbrar su pensamiento. Se sometió en silencio al tormento de la cama cuando la abuela le cantaba la visión de futuro como si la estuviera descifrando en las barajas.

Una noche la abuela pasó todo el tiempo hablando sin soñar sobre sus nostalgias del Caribe y capitanes de los buques que mandarán postales de todos los puertos del mundo. Eréndira pensaba en Ulises y llamó con toda la fuerza de su voz interior:

Ulises !!

Ulises despertó de golpe. Había oído la voz de Eréndira con perfecta claridad. Se decidió salvarla de su desgracia.

La última vez tuvo éxito. Pero no sin molestias. Al primero intentaron matar a la abuela con una libra de veneno para ratas revuelto con nata de leche y mermelada de frambuesa. Sólo resultó en que la abuela hizo trances dormando y en que le perdió los pelos. Al segundo Ulises utilizó un detonante. Resultó en una peluca chamuscada y la camisa en piltrafas, pero la abuela estaba más viva que nunca. Al tercero Ulises le mató con el cuchillo de destazar.

El cuento concluye cuando Eréndira iba corriendo contra el viento y ninguna voz de este mundo la podía detener. Ni siquiera la voz de Ulises.

Llego a tres conclusiones leyendo esto cuento. Primero que Gabriel García Márquez transmite mucho del ambiente colombiano - o latinoamericano, en sus textos. Segundo que el viento es un importante fenómeno para él.

Y tercero que la leyenda del contrabandista Amadís es un tema del autor. Creo que es posible conocer más de esto leyendo otras obras de García Márquez. Para mí los Amadis son nuevos, pero entiendo que es una saga familiar, aspecto relevante en diferentes ciclos de las obras de García Márquez. La versión más conocida en lengua de indios era que "Amadís, el padre, había rescatado a su hermosa mujer de un prostíbulo de las Antillas, donde mató a un hombre a cuchilladas, y la traspuso para siempre en la impunidad del desierto. Cuando los Amadís murieron, el uno de fiebres melancólicas, y el otro acribillado en un pleito de rivales, la mujer enterró los cadáveres en el patio".

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